Takashi Miike es versátil, prolífico, bizarro, provocador, y en su cine conviven violencia, humor, parodia, absurdo y aberraciones varias.
El tema explícito en su obra es la alienación, el aislamiento de individuos que se esfuerzan por ser aceptados en una sociedad que los rechaza, procurando una ilusoria adaptación a un mundo inhospitalario.
Expatriados -es recurrente en sus filmes la referencia a la discriminación que padecen los chinos en Japón-, abandonados a su suerte con una historia de infancia perdida.
El argumento es por demás simple: dos detenidos recién ingresados al penal son llevados a una celda, al tiempo Shiro Kazuki (Masanobu Andō) es hallado muerto y Jun Ariyoshi (Ryūhei Matsuda) confiesa el crimen.
A continuación, se lleva a cabo la investigación para encontrar al culpable, que cuenta entre los sospechosos al propio director de la prisión.
Pero ocurre que en Big Bang Love la trama es accesoria: fragmentaria y hermética; importa lo que sugiere: la mirada sobre la sociedad, y en esta oportunidad en particular, sobre la administración de justicia: rigurosa, aséptica, deshumanizada; y por supuesto, la puesta en escena: siempre innovadora, impactante, diferente del realizador japonés.
La composición visual incluye reclusos vestidos de amarillo, en una cárcel con abundancia de azules y sombras; deslumbrantes las secuencias en la terraza del presidio donde se observa un cielo púrpura, una plataforma con un cohete y una pirámide azteca... y un arco iris doble.
Big Bang Love debe ser situada entre la producción más estilizada del cineasta, correspondiente a los años dos mil, verbigracia, la reciente Sukiyaki Western Django (2007), donde se toma en broma el género western; o la experimental, surreal, críptica Izo (2004), en la que un shōgun es capturado por el asesinato de sus enemigos y crucificado, pero no desaparece, y se convierte en un espíritu que vaga en busca de venganza, matando a todo el que se cruza en su camino.
Sus películas de los años noventa, en cambio, son crudas, secas, "naturalistas", donde el atractivo visual lo aporta el vértigo que produce el montaje y la genialidad de los encuadres insospechados.
Quizás los aficionados de las entregas más violentas, extravagantes y divertidas, se sientan un poco desanimados por la nueva dirección elegida por Miike en la búsqueda de originales y creativas formas de contar una historia.
Shinjuku Triad Society (1995), es la primera película de Takashi Miike estrenada en salas de cine, parte de la denominada Triad Society Trilogy, completada por: Rainy Dog (1997) y Ley Lines (1999), probablemente lo más consistente de su extensa producción.
En Shinjuku Triad Society, un violento policía de origen chino persigue a un sádico criminal por las calles del distrito de Shinjuku, que posee la más alta tasa de inmigrantes de Tokio, mientras procura evitar que su joven hermano represente como abogado a la organización delictiva del fugitivo.
En Rainy Dog, un asesino a sueldo japonés exiliado en Taiwan interrumpe su solitaria existencia cuando una antigua amante le confía el cuidado de un presunto hijo mudo, bajo una interminable lluvia sobre Taipei y teñido de una contagiosa melancolía.
En Ley Lines, un joven descendiente de chinos anhela abandonar Japón, pero las autoridades no le entregan el pasaporte, por lo que decide robar a un mafioso, acompañado de su hermano y un amigo, para reunir el dinero necesario para escapar a Brasil.
El leitmotiv de la trilogía es el destierro, la marginación de los individuos pertenecientes a grupos étnicamente segregados.
Título Original: 46-okunen no koi
Año: 2006
Nacionalidad: Japón
Género: Drama
Dirección: Takashi Miike
Reparto: Ryhuei Matsuda, Masanobu Ando, Ryo Ishibashi, Renji Ishibashi, Kenichi Endo
Guión: Masa Nakamura
Fotografía: Masahito Kaneko
Idioma: japonés
No hay comentarios:
Publicar un comentario