Después del suicidio de Keiko, su hija mayor, y mientras recibe en su casa en Inglaterra la visita de Niki, la menor, Etsuko, una mujer de cincuenta años, recuerda los días en Nagasaki, cuando conoció a las raras e inquietantes Sachiko y su pequeña hija Mariko.
Sachiko, desfavorecida por la pérdida de status social, está empecinada en huir rumbo a un futuro incierto; por su parte, Mariko sufrió un episodio traumático en tiempos de guerra, afectando su comportamiento.
Kazuo Ishiguro, nativo de Nagasaki, naturalizado británico y formado académicamente en el Reino Unido, en su primera novela, Pálida luz en las colinas (1982), expone las consecuencias funestas de la II Guerra Mundial, la bomba atómica y la ocupación del Japón en sus habitantes, en particular, cómo los valores culturales de Estados Unidos influyeron negativamente en las rígidas costumbres en materia de enseñanza, modificando el modo en que la sociedad japonesa se concebía a sí misma, desconociendo el modelo sustentado en el patriotismo, la disciplina, el deber, la lealtad y las tradiciones vigente en el pasado, cuyo efecto fue un enfrentamiento generacional.
Pero las inquietudes que transmite esta obra son: escribir acerca de la tristeza, la añoranza que provoca dejar atrás una ciudad y un país (la familia del autor se trasladó a Londres cuando contaba con apenas seis años); la aceptación de la partida de una hija que ha muerto y de otra que empieza a vivir en forma independiente; las dudas acerca de cómo habría sido todo si se hubiesen tomado otras decisiones; y el modo en que las propias determinaciones afectan a aquellos por quienes somos responsables.
La memoria y la pérdida, probablemente los dos temas centrales en la literatura actual, recorren la prosa diáfana del autor: "Es posible que con el paso de los años mis recuerdos hayan perdido nitidez, que las cosas no sucedieran tal como me vienen ahora a la memoria".
“Ya sé que no se puede confiar del todo en los recuerdos. A menudo las circunstancias en que los rememoramos los tiñen de matices diferentes, y no hay duda de que esto afecta también a algunos de los hechos evocados aquí”.
Imágenes plenas de laconismo que reflejan el efecto del paso del tiempo: "En aquella época, volver a Nakagawa todavía me producía una mezcla de tristeza y de alegría. En este barrio el terreno es muy desigual, y el subir de nuevo por aquellas callejuelas escabrosas entre casas apiñadas siempre me llenaba de un profundo sentimiento de angustia. No se me habría ocurrido volver así, sin pensarlo, aunque tampoco era capaz de mantenerme alejada de allí por mucho tiempo".
Sachiko, desfavorecida por la pérdida de status social, está empecinada en huir rumbo a un futuro incierto; por su parte, Mariko sufrió un episodio traumático en tiempos de guerra, afectando su comportamiento.
Kazuo Ishiguro, nativo de Nagasaki, naturalizado británico y formado académicamente en el Reino Unido, en su primera novela, Pálida luz en las colinas (1982), expone las consecuencias funestas de la II Guerra Mundial, la bomba atómica y la ocupación del Japón en sus habitantes, en particular, cómo los valores culturales de Estados Unidos influyeron negativamente en las rígidas costumbres en materia de enseñanza, modificando el modo en que la sociedad japonesa se concebía a sí misma, desconociendo el modelo sustentado en el patriotismo, la disciplina, el deber, la lealtad y las tradiciones vigente en el pasado, cuyo efecto fue un enfrentamiento generacional.
Pero las inquietudes que transmite esta obra son: escribir acerca de la tristeza, la añoranza que provoca dejar atrás una ciudad y un país (la familia del autor se trasladó a Londres cuando contaba con apenas seis años); la aceptación de la partida de una hija que ha muerto y de otra que empieza a vivir en forma independiente; las dudas acerca de cómo habría sido todo si se hubiesen tomado otras decisiones; y el modo en que las propias determinaciones afectan a aquellos por quienes somos responsables.
La memoria y la pérdida, probablemente los dos temas centrales en la literatura actual, recorren la prosa diáfana del autor: "Es posible que con el paso de los años mis recuerdos hayan perdido nitidez, que las cosas no sucedieran tal como me vienen ahora a la memoria".
“Ya sé que no se puede confiar del todo en los recuerdos. A menudo las circunstancias en que los rememoramos los tiñen de matices diferentes, y no hay duda de que esto afecta también a algunos de los hechos evocados aquí”.
Imágenes plenas de laconismo que reflejan el efecto del paso del tiempo: "En aquella época, volver a Nakagawa todavía me producía una mezcla de tristeza y de alegría. En este barrio el terreno es muy desigual, y el subir de nuevo por aquellas callejuelas escabrosas entre casas apiñadas siempre me llenaba de un profundo sentimiento de angustia. No se me habría ocurrido volver así, sin pensarlo, aunque tampoco era capaz de mantenerme alejada de allí por mucho tiempo".
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