miércoles, 24 de febrero de 2021

Aki Kaurismäki - Luces al atardecer


Luces al atardecer (tercera entrega de la trilogía Finlandia, luego de Nubes pasajeras y El hombre sin pasado) empieza con una postal de Helsinki al amanecer, mientras suena la voz de Carlos Gardel cantando Volver.
Las imágenes en el cine de Aki Kaurismäki son sobrias, pulcras, austeras, frías, ascéticas.
Los exteriores tienen lugar temprano en la mañana o de noche, inevitablemente grises, descoloridos, crudos.
El sol no parece calentar en Helsinki.
Apenas asoman unos tibios rayos invernales sobre el patio de la prisión donde Koistinen (Janne Hyytiäinen) comparte un recreo con un grupo de internos, esbozando la única sonrisa en todo el metraje.
No hay escenas ociosas, de relleno, todas son significativas y tienen una enorme potencia visual.
La secuencia final, en particular, sirve para expresar un gesto de humanidad, dignificante, apenas esperanzador; rememorando otras similares de las pelis de los Dardenne (por ejemplo, aquella incluida en el epílogo de El niño).

Las relaciones entre las personas en Luces al atardecer responden inalterablemente a un interés, son una mera transacción, una forma de intercambio sin lugar para el afecto o los sentimientos.
Querer a otro no parece ser la mejor opción, sino que supone estar destinado a una larga espera sin ser correspondido.
El trato recibido por el pobre de Koistinen es despiadado, totalmente falto de compasión.
Todo el calor lo aporta la (recurrente en los filmes del finés) banda de rock under.

Koistinen es un solitario guardia de seguridad, su mirada triste lo dice todo: es un perdedor.
Sueña con ser dueño de su propia empresa de seguridad, pero al concurrir a un banco a solicitar un préstamo sin ofrecer garantía ninguna, ni siquiera se molestan en tramitar su petición.
Koistinen tiene una sola cualidad que lo vuelve atractivo, más bien apetecible: ocupa el turno noche en una empresa de seguridad. Esa posición lo convierte en presa fácil para el mafioso de turno.
El anzuelo es una mujer (Maria Järvenhelmi), una prostituta tan desencantada como el protagonista.
Cuando el matón le propone pasar un fin de semana juntos en París o Roma, responde: "Elige tú, todas las ciudades son iguales".
Para completar el escenario que asume el sentido de todo un mal presagio para el desafortunado guardia, después de ser apaleado en la puerta de un bar por intervenir en defensa de un animal maltratado, un engatusado Koistinen no tiene mejor idea para una cita romántica que invitar a la señorita a dar un paseo por la empresa durante su turno, compartiendo convenientemente la clave de la joyería.

En oportunidad de visitar Buenos Aires para presentar Luces al atardecer, el director Aki Kaurismäki sostuvo atrevidamente que el tango es originario de Finlandia.
Luces al atardecer termina en un fundido mientras se escucha a Carlos Gardel entonando El día que me quieras.

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