sábado, 23 de octubre de 2021

Abel Ferrara - El rey de Nueva York


La mirada gélida de Frank White (Christopher Walken) en el principio de El rey de Nueva York (King of New York), viajando en una limo luego de salir de prisión, transmite el sentir todo del extraordinario filme de Abel Ferrara (el espléndido guión es obra de Nicholas St. John y la magnífica fotografía de Bojan Bazelli).
Es la de un tipo duro desencantado de la vida que, como los héroes de los viejos buenos westens, sabe/siente que ya no pertenece a este mundo, que es un dinosaurio, una especie en extinción, un souvenir del pasado; y todos los esfuerzos de un "reformado" Frank por reinsertarse, por reconvertirse, por promover una metamorfosis a la legalidad, serán por supuesto en vano.
Desde las mágicas escenas iniciales, Ferrara rinde merecido homenaje a Martin Scorsese y su célebre largometraje Taxi Driver (1976): Walken, como su amigo Robert De Niro en el estelar rol de Travis Bickle desde el asiento delantero de su taxi, mira a través de la ventanilla la podredumbre que se ha apoderado de las calles, y apenas atina a exhalar un suspiro.
El realizador se sirve en dichas tomas de un espléndido claroscuro: el alumbrado público proyecta haces de luz iluminando el pálido rostro de Frank sentado en el interior de la limusina; mientras que de los faros del vehículo emanan ráfagas que adoptan la forma de olas bañando las calles pobladas de traficantes, proxenetas y prostitutas. Todo otorga un carácter espectral, fantástico a esas secuencias.
También resultan fabulosos los pases de baile que ensaya Walken calzando los zapatos de baile de un Frank White puesto a descontracturar en el festejado reencuentro entre tenso y fraterno con su banda (reproche incluido por no visitarlo en la cárcel a un completamente desquiciado Jimmy Jump (un fantástico Laurence Fishburne), el segundo (subrogante) al mando durante su ausencia); mucho más geniales y divertidos que los de John Travolta en Pulp Fiction (Quentin Tarantino, 1994).
No suficientemente reconocidas, las pelis de gangsters de Ferrara: King of New York (1990), Bad Lieutenant (1992) y The Funeral (1996), son tan sólidas como las de los archiconocidos Scorsese o Francis Ford Coppola; o la un tanto fallida del género ciencia ficción/corporativo New Rose Hotel (1998) es tan buena como las del tan bien ponderado Olivier Assayas.
Como en todo gran director el filme presenta muchas excelentes composiciones en los roles de reparto: Roy Bishop (Victor Argo), Dennis Gilley (David Caruso), Thomas Flanigan (Wesley Snipes) y Joey Dalesio (Paul Calderon), entre otros.
Se distingue en especial la del viejo poli Roy Bishop: insuperable Victor Argo para estos menesteres, un sobreviviente de Main Streets (1973) y Taxi Driver (1976).
Es la máscara perfecta que debería portar todo verdadero policía (médico de una sala de guardia, y otros tantos profesionales) al final de su carrera, si adoptasen la única forma de ejercicio que tales profesiones admiten (dedicación y compromiso absolutos): gastada, dolorida, mostrando todas las cicatrices posibles.

Los temas:
• La confusión entre el bien y el mal. La indiferenciación entre héroes y antihéroes.
No hay disparidad entre delincuentes y policías: son las dos caras de una misma moneda.
• La oposición entre los ámbitos de lo privado y lo público.
• La gentrificación o el aburguesamiento de la ciudad. El correlativo incremento de la desigualdad social.
La fantasmal acomodada limusina de Frank (iluminada con flashes por Ferrara) contrasta de forma violenta con las calles oscuras recortadas por las luces de neón. Frank White las observa impasible, extrañado, desde el interior de la limo.
• El cuestionamiento a la corrupción del sistema legal y económico del capitalismo post-industrial. La ruptura del contrato social rousseauniano. La incapacidad del Estado moderno por cumplir con el rol de garantizar el imperio de la ley. La ineficacia del principio de oficialidad de la ley penal.
• Las acostumbradas alusiones bíblicas de Ferrara (las imágenes de la virgen María en la guarida del mafioso Arty Clay y del ángel en el taxi).

El subterráneo surcando poéticamente la noche de Nueva York...
La gran ciudad...
Nocturnal, fría, lejana, distante, ajena, inalcanzable.
El duelo tiene lugar en el subte: Bishop ordena a Frank White bajar el arma...
El protagonista deambula como un fantasma, o un zombie, entre la gente.
Se sube a un taxi en Times Square, lo rodea la policía...
Frank White no baja el arma, sino hasta estar muerto.

El rey de Nueva York es uno de los más grandes policiales jamás filmados.
Dream On.

Referencia bibliográfica:
The Beautiful and The Damned: Close-Up on Abel Ferrara’s "King of New York". www.mubi.com

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