miércoles, 23 de febrero de 2022

Howard Becker - Outsiders


¿Es verdadero aquello de hazte fama y échate a dormir?
La imagen que los demás tienen de nosotros es la que nos sabemos ganar?, ¿tenemos la fama que nos merecemos?
¿O es el producto de una concepción social, una creación de quienes son los formadores de opinión de nuestra reputación?
¿Es posible barajar y dar de nuevo en las relaciones sociales?
Al parecer, construcción individual versus calificación por el grupo dominante es la dicotomía.
Outsiders (1963) es de esas investigaciones que cambiaron el paradigma con respecto a un determinado objeto de estudio, ofreciendo una nueva perspectiva, asomándose a un segmento de la realidad desde otro ángulo, estableciendo un nuevo punto de partida para seguir adelante.
A principios de los '60s, la sociología se preguntaba qué llevaba a una persona a cometer un crimen, transgrediendo las normas aceptadas.
Las teorías históricas investigaban las diferentes causas de las conductas antisociales buscando respuestas en la estructura psíquica del infractor o en su hábitat social.
Las nuevas generaciones de sociólogos reaccionaron a esa visión adoptando una posición crítica: desconfiaron de la administración de justicia por parte del Estado y de que todo delincuente fuese culpable del hecho del que se lo acusaba.
En toda sociedad determinados grupos deciden qué está bien y qué está mal, sancionando a quién se aparta de las reglas fijadas, colocándolo en la posición de un marginal, de un outsider.
En ocasiones, esas conductas no aceptables pueden llevar a los demás a calificar a una persona ya no de "raro" sino de "loco", y el castigo puede consistir en su internación en un hospital mental (ver Internados (1961), Erving Goffman).
Por qué un individuo se aparta de las reglas ha sido motivo de múltiples interpretaciones.
La explicación más difundida identifica desviación y "enfermedad".
El argumento no es válido por la simple razón de que no habría forma de establecer cuándo un comportamiento es saludable.
Un enfoque alternativo tradicional conducía a preguntarse: ¿Quién es el que determina qué tipos de comportamientos son delictivos y cuáles son sus consecuencias?.
El relevante aporte del sociólogo estadounidense Howard Becker consistió en instalarse en el campo de la teoría de la "desviación" y reflexionar de un modo más general acerca de quiénes definen qué comportamientos son considerados apropiados y cuáles "equivocados" y "prohibidos".
Howard Becker cita a Gresham Sykes y David Matza que sostienen que los delincuentes justifican su accionar desviado usando técnicas de neutralización para reprimir un fuerte impulso de ajustarse a la ley: el delincuente puede sentir que no es responsable de sus actos desviados (primera técnica de neutralización); poner en duda el perjuicio causado a otro (segunda); considerar que el daño no es en verdad injustificado según las circunstancias (tercera); o entender que el transgresor es el otro (cuarta).
Becker sostiene (y ésto es importante) que muchos tipos de actividad desviada surgen de motivos socialmente aprendidos.
Lo que puede haber empezado como el impulso aleatorio de probar algo nuevo se transforma en un gusto consolidado ("What were once vices are now habits").
El individuo aprende a participar de una subcultura desviada alrededor de una conducta desviada en particular.
Uno de los pasos más significativos en el proceso de construcción de un modelo de comportamiento desviado es posible que sea la experiencia de haber sido etiquetado públicamente como desviado.
Ser etiquetado como desviado tiene importantes consecuencias en la vida social y en la imagen de uno mismo en el futuro.
También resulta útil a los efectos de enriquecer la comprensión del tema en análisis, la referencia a Everett Hughes y los status principal y auxiliares.
La posesión de un rasgo desviado puede tener un valor simbólico generalizado de forma tal que la gente asume que posee otros rasgos no deseables.
Ser detenido por un único acto expone al individuo a ser visto como un desviado en general, lo que tiene el efecto de una profecía autocumplida.
Una vez etiquetado, la persona del individuo empezará a moldearse a imagen y semejanza de lo que los demás ven en él.
A continuación, será apartado de todo otro tipo de actividades sin relación específica con el acto desviado, sin otra justificación que la reacción de los demás ante la publicidad del hecho.
Aún cuando la orientación sexual o la adicción de una persona no afecten su capacidad laboral, si son conocidas, muy probablemente pierda el trabajo.
En el caso de los adictos, Ray (1961) ha demostrado lo difícil que es revertir ese ciclo.
Muchos drogadependientes intentan curarse con el propósito de probar que no son tan malos como les quieren hacer creer, y consiguen superar su adicción para descubrir afligidos que, en el mejor de los casos, son tratados como ex-adictos.
Becker agrega que el último peldaño en la carrera de un desviado es integrarse a un grupo desviado organizado.
Formar parte de un grupo desviado organizado permite al individuo neutralizar los sentimientos que pueda sentir sobre sí mismo, puesto que los grupos cuentan con alguna lógica de autojustificación; y además, recibe una instrucción que lo prepara para sortear los eventuales problemas que su actividad desviada pueda producir.
Así las cosas, al ser el sujeto institucionalizado en un grupo desviado organizado se allana el camino hacia la continuidad de la desviación.

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